Como
ya lo he comentado, a partir del proceso que inicié el 1 de enero de 2003,
cuando empecé a escribir el libro Nadine,
la Hija de las Estrellas, que trata, como tema básico, el de la magia que
uno mismo genera, cuando conecta mente y corazón con la fantasía que, con base
en la fe, se funde con la realidad, empezaron a ocurrir sucesos mágicos. Luego
del maravilloso prólogo que Daniela Romo
aceptó escribir para el libro y de que la actriz internacional Shirley MacLaine, respondió a una carta
que le envié, junto con el libro, después (como relaté en el post anterior),
“apareció” el gran Miguel Bosé, de
quien ya conté la manera en que lo conocí y que, a partir de entonces, como
hasta la fecha (igual que a Daniela y a Shirley MacLaine), empecé a admirar,
desde su primer disco, hasta la fecha.
Curiosamente
(o mágicamente), el libro de Nadine,
llegó a sus manos. En la Comunidad de
Amigos de Nadine, la Hija de las Estrellas, de internet, en cierta ocasión,
una de sus integrantes, una chica española (Alma de Fuego, era su nick) comentó que “un famoso cantante
español, habla de Nadine, la Hija de las
Estrellas” en una entrevista, publicada en una revista española que se
llama (o llamaba, no sé si aún exista) La
Revista. Alma, sin dar el nombre de ese famoso cantante, armó una encuesta,
para que otros integrantes de la Comunidad, adivinaran de quién se trataba.
Surgieron nombres como el de David
Bisbal, Alejandro Sanz, Joan Manuel Serrat… y Miguel Bosé. Yo, desde el principio,
tuve la corazonada de que se trataba de él, recordando lo que me contó en la
primera entrevista que le hice: “Tengo
complejo de Peter Pan, porque dentro de mí, hay un niño que se niega a crecer”.
Y
no me equivoqué. Aquí, un fragmento de esa entrevista, la parte en la que Bosé,
habla de Nadine, la Hija de las
Estrellas:
MISTERIOBOSÉ
La Revista/España/Mayo 2005
¿Qué libro estás leyendo ahora, Miguel?
“Memorias de Mis Putas
Tristes,
de Gabriel García Márquez. Me parece
una verdadera obra de arte. He tenido que frenar la lectura porque como es un
libro relativamente corto, estaba con pena de acabarlo. Me lo voy leyendo
sorbito a sorbito. Pero, por ejemplo, hace poco me sucedió lo mismo con otro
libro que compré en el aeropuerto de Ciudad de México. Se llama Nadine,
la Hija de las Estrellas. Es de un mexicano. Un mexicano que conozco
como periodista. No me acuerdo de su nombre. Pero el libro, primero, me llamó
la atención por la portada, por la composición tan mágica. Y después, porque en
la tapa de atrás, Daniela Romo, una
amiga mía, escribió algo que me invitó a la lectura. El libro me lo empecé en
el avión. Me sedujo, me envolvió, me enamoré de la protagonista, de los
personajes, la atmósfera. Me llevó a reencontrarme con mi infancia, con la
magia. Siempre he dicho que soy como Peter Pan, un niño que se niega a crecer.
Con este libro me sucedió lo mismo que con el de García Márquez. No quería que
se terminara. Es otro género, otro estilo. Algo más refrescante, emotivo,
natural, simple, sencillo. Pero con un encanto que hacía mucho no encontraba en
otros libros. Fue como un viaje alucinante, un recuento de memorias propias y
cuestionamientos sobre los valores perdidos en la sociedad actual. Además, me
reí, lloré. Y eso es bueno. El prólogo es de Daniela Romo y eso, para mí, es
garantía. Le da un sello y una categoría a este libro que es justo mencionar y
recomendarlo. Siempre es bueno alimentar el espíritu”.
¿Cómo lo alimentas tú?
“De mil formas. El trabajo
creativo es una forma. Pero también, haciendo un paro a veces, donde sea, en un
vuelo de avión, tener en mis manos un libro así, como el de Nadine,
que te lleva a viajar. Otro tipo de viaje: un viaje interior a otros espacios,
a otros planos, a esa fantasía pura que no deberíamos perder y que se puede
recuperar. Esa inocencia extraviada. Pensar en esas cosas, analizarlas un poco.
Sin darte cuenta, analizarte a ti mismo, verte en los demás. La literatura de
ese libro está tan bella que me daría mucha pena que lo que ahí se narra no
pueda ocurrir realmente. Que no nos pueda ocurrir realmente. Si ocurre, diré:
“¡qué maravilla!’; y si no, diré: “¡qué pena!”.
En medio de tantas actividades ¿te das tiempo para esos
viajes al interior de uno mismo?
“Cuando eres más joven
tienes más energías, para estar presente en muchas cosas a nivel público, pero
según vas creciendo, te vas hartando. Las existencias, para protegerlas, hay
que interiorizarlas, y de esta manera se enriquecen y se complementan. Hay momentos
para la playa y momentos para la hibernación. Siempre encuentras el momento,
aunque sea breve. Como en el vuelo de un avión. Cae un libro en tus manos que
te atrapa y, además, te hace reflexionar. Aunque después, al bajar del avión,
todo vuelva a ser aparentemente igual. Dentro, tú sabes que algo cambia. Algo
dejó en ti esa lectura, ese momento íntimo contigo mismo. La oportunidad de
volver a soñar, de seguir soñando”.